Consulado de Bilbao

La importancia de el Consulado de Bilbao en la Villa de Bilbao es trascendente y su huella pervive en la actualidad aunque sea cosa del pasado.

Los riesgos usuales del comercio y los incidentes de la navegación mercantil, promovieron una variedad de cuestiones necesitadas de resolución. Esto llevó a los mercaderes al estable­cimiento y creación de hermandades y cofradías, que, a su vez, establecían delegaciones en los principales merca­dos extranjeros. Las relaciones entre estas colectividades dio lugar a que surgiese un nuevo sistema de juris­prudencia comercial y marítima.

En Bilbao tenían los mareantes, maestres de naos y mercaderes, una cofradía puesta bajo la advocación y patronazgo del Apóstol Santiago, instituida, desde tiempo inmemorial, a imitación de las conocidas en otros puertos.

Consolidado en los comienzos del siglo XVI, el progreso mercantil de Bilbao, sintieron sus negociantes la conveniencia y necesidad de robuste­cer la antigua cofradía y a este fin so­licitaron en favor de la contratación de la villa, los mismos derechos que a Burgos se le habían concedido en 1494.

Incoada la petición fue aprobada por la autoridad real, en la ciudad de Sevilla, el 22 de junio de 1511.

La institución iba a denominarse «Consulado, Casa de la Contratación, Juzgado de los hombres de negocios de mar y tierra y Universidad de Bilbao. La palabra Universidad no guarda relación con el ámbito de los estudios sino con el carácter universal de la institución.

La creación del Consulado marca la etapa de mayor robustez y prosperidad de Bilbao. El resultado de las ideas y esfuerzos de sus hombres re­presentativos trajo como consecuen­cia el poderío mercantil, que hizo de la villa el emporio comercial de Euskalerria.

Su auge fue tan rápido que pronto la mayor parte del comercio que se centraba en Burgos se desplazó hacia Bilbao, acabando por ser transferidas a este Consulado, los privilegios y fa­cultades que los mareantes castella­nos habían establecido en su ciudad.

Usando de su jurisdicción el Con­sulado intervenía en todos los pleitos y diferencias que se suscitaban entre mercaderes y factores, sobre sus negociaciones de comercio, compras, ventas, cambios, seguros, fletamien­tos de naos, factorías y otros puntos que detallan sus ordenanzas.

El Consulado tenía intervención principal en los asuntos de la villa, y sucedieron como rectores del mismo, los hombres de mayor relieve social, ostentando los títulos de priores y cónsules.

La Casa de Contratación fue levantada en un solar de la plaza Mayor, mugante con la iglesia de San Antón, próxima a la plazuela de los Santos Juanes, ignorándose sus dimensiones. Salvada del desastre que causó la inundación del 14 de setiembre de 1553, que destruyó la Casa Consisto­rial, se trasladaron las dependencias de ésta al Consulado, sirviendo como Ayuntamiento y Cámara de Marean­tes hasta 1560, fecha en que el Regi­miento tomó posesión del nuevo edi­ficio erigido sobre el solar del antiguo.

Otro diluvio, seguido de grandes inundaciones, hizo que la Casa de Contratación fuera derruida, ya que los efectos del agua se habían dejado notar ostensiblemente, minando los cimientos. El nuevo edificio se cons­truyó en 1594.

En este desastre perdióse gran parte del archivo, desapareciendo procesos, pleitos, pólizas de seguros de navíos y mercaderías, así como otros muchos documentos y escrituras de gran im­portancia.

El día de la elección de Juzgado, Fiel o diputados, se adornaba el Consulado, considerándolo día de gran fiesta. El cementerio de San Antón, junto a la iglesia del mismo nombre, se cubría de rosas, juncos y hierbas olorosas. Se ponían colgaduras en los balcones y los navíos anclados en la ría se empavesaban con multicolores banderolas. Mientras duraban los so­lemnes actos de la elección, las músi­cas recorrían las calles, danzaban las gentes, se tiraban cohetes y la artille­ría de la plaza y de los buques surtos en el puerto disparaba numerosas sal­vas.

El siglo XIX trajo continuas inquie­tudes. La guerra y los cambios políti­cos alteraron y paralizaron el comer­cio vasco, sufriendo pérdidas enor­mes, acentuándose las dificultades del Consulado, por injerencias extrañas que en circunstancias normales no se hubieran tolerado.

Acabada la guerra con los franceses y retornada Vizcaya al régimen foral, la Diputación y el Consulado, consi­deraron era llegado el momento para reiterar el derecho de libre comercio para la navegación, como en otro tiempo lo habían gozado. Se hicieron gestiones pero el Gobierno de Madrid se opuso tenazmente lleno de preven­ciones contra los vascos y sus Fueros.

A partir de las Cortes de Cádiz, los ataques a los Códigos vascos se suce­dieron con regulares alternativas, se­gún gobernasen absolutistas o liberales.

El 18 de diciembre de 1821 las Cor­tes decretaron el traslado de las adua­nas a los puertos de mar y a las fron­teras. Con este motivo presentó el Consulado una solicitud al Gobierno para que fuese declarado Bilbao puerto franco, pero tampoco se logró.

El espíritu centralista de los políti­cos de Madrid, forzosamente había de llevar a un ataque serio contra la institución del Consulado. Según puede verse por un documento del Consejo de Bilbao, del que extractamos estos párrafos:

«… la cabeza del Consulado y todos sus miembros… forman una corporación enemiga declarada de la justísima causa del Rey de la Patria; afecta pública y decididamente al sistema constitucional. No puede permitirse que exista una autoridad de esta clase… para que ni remotamente pueda dar pábulo al incendio de la rebelión, y acaso pongan trabas a la  marcha rápida del establecimiento de los legítimos derechos al Trono y de los leales españoles”.

Había llegado el fin del Consulado.

Con las injerencias extrañas en sus organismos y la mediatización de Gobierno, no podía continuar esta tradicional institución rigiendo con acierto el desarrollo marítimo y comercial de Vizcaya.

Al establecerse el Código de Comercio, por Real Orden del 11 de enero de 1828, se infirió al Consulado el golpe que puso fin a su dilatada existencia.

Las Juntas Generales de Gernika en febrero de 1830, ordenaron el cumplimiento del nuevo Código en todo el territorio vizcaíno. (Texto de Carlos Claveria en el blog de Iñaki Anasagasti)

Pero su impronta en la villa ha dejado huellas claras

Fuente

Esta fuente ubicada en la Plaza Arriquibar es un homenaje al Consulado de Bilbao. La fuente, con una columna en el centro, rematada con una esfera terráquea con sus meridianos y paralelos, y una banda que rodea la bóveda celeste en la que están representados los doce signos del Zodiaco. Parece ser que esta esfera perteneció al material didáctico del viejo Instituto Vizcaino, que existió en la plaza de Unamuno

Escultura

Esta escultura ubicada en la Plaza de la Salve se conoce como Monumento al Consulado de Bilbao y está en el punto donde cuenta la tradición que era el punto desde donde los tripulantes de los barcos que entraban por la ría veían la Basílica de Nuestra Señora de Begoña y entonaban una Salve marinera en agradecimiento por la vuelta.

Aprovechando esta costumbre, Agustín Herrán realizó en 1973 este Homenaje al Consulado Marítimo de Bilbao, escultura en aluminio coloreado con resinas de poliester sobre un mármol rojo de Ereño, en la que se puede apreciar esta profesión de fe de los marinos vascos. (Texto de Bilbao escultural)

Bandera de Bilbao

La bandera de Bilbao es en realidad la bandera del Consulado de Bilbao

Al menos desde 1511, la enseña que lucía el Consulado de Bilbao era blanca con una Cruz de Borgoña roja.

Pero la Real Orden del 30 de julio de 1845 determinaba la contraseña marítima para la población. Esta se definía como una bandera blanca con un dado rojo superior junto a la vaina. El dado debía ser cuadrado y la longitud de su lado habría de equivaler a la mitad de la vaina. La relación de la villa con las actividades mercantiles y marineras fue siempre muy fuerte llegando a compartir sede. En 1603 se inaugura la nueva casa consistorial y en ella se ubican las sedes del ayuntamiento y del referido Consulado de Bilbao. La íntima relación existente hizo que la bandera del Consulado fuera relacionada como bandera de la villa por la ciudadanía.

La definición de la bandera marítima en 1845 fue asumida por la población, que la aceptó como propia, y así lo hizo el ayuntamiento

Falúa del Consulado de Bilbao (Reproducción)

Museo Vasco

No-DO

La Falúa del Consulado. «el Consulado tenía competencias en el cuidado, conservación y limpieza de la ría, canal y barra de Portugalete y confirmaba sus potestades en un acto conocido como la visita de la barra, a bordo de la falúa del Consulado». Esa embarcación servía para controlar el tráfico en la ría y también para las fiestas y recepción de cónsules.

La réplica de la falúa, instalada en el interior del Museo Marítimo, sirve para hacerse una idea de lo que fue hace 500 años la embarcación que «representaba el poder del consulado y los bilbainos». A bordo de la réplica se ha instalado una pantalla con un sistema interactivo de visualización que permite realizar un paseo virtual en la falúa por el cauce de la ría de Bilbao, «disfrutando de sus puntos históricos más característicos».

Hotel Vincci Consulado de Bilbao

Uno de los últimos hoteles abiertos en la ciudad ostenta el nombre de Consulado de Bilbao en homenaje a esa institución

Barco «Consulado de Bilbao»

Después de 47 años de vida marinera enarbolando el gallardete de Compañía Trasmediterránea, la Asociación Vizcaína de Capitanes de la Marina Mercante adquirió en 1975 el buque “Ciudad de Ceuta”, que fue remodelado para sede social de la citada entidad corporativa. Renombrado “Consulado de Bilbao” –aunque su nombre oficial era “Consulado de Bilbao Número Uno”– se inscribió en la matrícula naval de Bilbao y quedó amarrado en el muelle de Uribitarte, en la ría del Nervión, muy cerca del Ayuntamiento de Bilbao.

Por espacio de ocho años, el histórico buque formó parte del paisaje marítimo de Bilbao, a modo de emblema y ejemplo de una decisión poco frecuente en nuestro país, en el que la actividad de la citada asociación profesional permitía la conservación y reutilización de un barco que era un interesante ejemplo de otra época de la construcción naval en España, ya que había sido el primero, como tal, construido en el astillero Unión Naval de Levante.

Sin embargo, durante los días 26 y 27 de agosto de 1983, una gota fría ocasionó fuertes lluvias torrenciales que descargaron con violencia sobre Bilbao y provocaron una crecida del río Nervión y una gran riada que causó daños importantes. El crecimiento de las aguas provocó que el buque “Consulado de Bilbao” flotara por encima del cantil del muelle y, a consecuencia de los daños producidos, acabó hundiéndose parcialmente. Al entonces recién estrenado alcalde de Bilbao y capitán José Luis Robles Canibe (1927-2007), fundador de la Asociación Vizcaína de Capitanes de la Marina Mercante, le tocó presenciar desde el despacho de la alcaldía el triste final del buque “Consulado de Bilbao” y las gestiones posteriores que condujeron a su desguace. Una de sus anclas fue donada en 1990 al Museo de Anclas Phlippe Costeau, situado en Salinas, Asturias, donde se encuentra expuesta como testimonio de la vida marinera de este buque.

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