El «Bigotes»

Puede que no lo conozcan por su nombre. Pero nadie ha olvidado su apodo. Y aún menos su estampa de general sacado de un relato de Kipling. Su territorio era un Bilbao al que llegó desde Arauzo de Miel (Burgos), sin saber que se convertiría en municipal y en mito. Cuando el pasado lunes lo mencionamos al hablar del ayer de la Plaza Campuzano, infinidad de lectores abrieron sus recuerdos. Y en muchos estaba él. Le hemos llamado. Y ha contestado. Esta es la vida del policía municipal más famoso de nuestra villa. Francisco Peña, ‘El Bigotes’.

No ha sido fácil. Es tan recto como discreto. Pero también educado. En lugar de mandarnos a paseo, se prestó a compartir pasado. Empezando por su nacimiento. 19 de abril de 1938. Hijo de Liberato y Guillerma. «Como tantas familias llegamos con una mano delante y otra detrás», desvela con una voz que aún impone.

No por el tono, suave, sino por la sensación que genera. Parece que firme y selle cada una de sus palabras. Al fin y al cabo, nadie mejor que él para contar los días en que perseguían una vida mejor. O los años en que se ganaba las alubias en la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes. « Estuve cuatro años y luego dos con un isocarro comprado por 12.000 pesetas», rememora, añadiendo fechas y cifras con memoria de elefante. «Después tuve furgoneta y finalmente una Mercedes-Benz que adquirí al señor Matute por 500.000 pesetas».

Ya les decía que no se deja un detalle. Como a la hora de señalar el momento en que entra a formar parte de la Policía Municipal. 1971. La crisis había afectado a su negocio y podía ser buena opción. Lo fue. Lució uniforme hasta 2003. Tres décadas en las que su figura al fondo de una calle generaba estampida general de coches mal aparcados buscando cobijo.

Muchos no le guardan buen recuerdo. Pero, pese a su fama de ser el más rápido poniendo multas, otros sí. Cuando le argumentaban bien la excusa, retiraba la sanción. Y si no era posible señalaba el recurso adecuado para que fuera aceptado. Insisto en que es mucha la gente que lo ha confirmado. Pero eso no impide que resultara implacable. Fuera quien fuera.

Su leyenda es cierta. Empezando por la multa a cierto alcalde. «Fue a Gorordo. El infractor era su chófer. Entraron por Botica en dirección prohibida. También multé a jueces que luego veía al testificar como agente», proclama firme y con la emoción justa. Su máxima de que ‘debemos ser ejemplares’ la lleva a rajatabla. De hecho, llegó a multar a su superior. «Vi bajar por Sabino Arana un 850 que giraba a la izquierda pese a estar prohibido y le sancioné. Era el jefe de la Policía Municipal. Me llamó al despacho. Pero era lo que debía hacer y siguió su curso».

La historia de su hijo, en cambio, no es exacta. Francisco, que tiene un hermano y una hermana, ha heredado nombre y parte del relato. Por eso nos corrige el dato. Nunca le multó. La confusión nació durante una entrevista al ser preguntado sobre qué haría si en una fila de vehículos mal aparcados, en Alameda de Urquijo, estuviese el de su hijo. Respondió que multarles a todos. Pero no pasó. Como confiesa el mencionado, imaginar la bronca de su progenitor ha hecho que jamás haya recibido multa alguna.

Lo que nos lleva a interrogar al padre sobre las suyas. «Dejé el coche en un taller del barrio y el mecánico lo dejó aparcado mal. Pero no tuve la culpa. En cambio, pagué una, merecida, en 1968, por rebasar la raya continua subiendo Saltacaballos», añade con esa flema, marca eterna de la casa.

Porque no ha cambiado. Junto a su mujer, Carmen Parientes de Vega, sigue viviendo en Ibarrekolanda, conduciendo un ‘1500’ que tiene 53 años y paseando por las calles que antaño fueron su territorio. Así es Francisco Peña. El sheriff que se convirtió en leyenda. El bigote más recordado y temido de un lugar, al oeste del Misisipi y a ambos lados del Nervión, llamado Bilbao. (Texto de Jon Uriarte en «El Correo» 15/03/2021)

Y es que si no te multó … es que no eres de Bilbao.

Un comentario en “El «Bigotes»

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